17 mayo 2010

LAS PRÁCTICAS DEL PP

Los grandes escándalos de corrupción no sólo generan un perjuicio merecido al partido que los protagoniza, sino que también dañan de forma injusta la credibilidad de la democracia en su conjunto. El resultado es el desprestigio de la política y el triunfo de la idea de que “todos son iguales”, con el lógico corolario de que da igual votar a unos que a otros. Y la verdad es que no da igual.

A pesar de que el PP y su coro mediático se empeñen en lo contrario, lo cierto es que el caso Gürtel es el mayor escándalo de corrupción en tres décadas de democracia. Y lo es por varios motivos: porque las decisiones de diversos cargos del PP permitieron transferir 75 millones de euros de las arcas públicas a los bolsillos de una red mafiosa, porque hay pruebas sólidas de financiación ilegal del partido en tres comunidades y porque nunca antes un presidente autonómico había sido imputado por dejarse sobornar por una banda de corruptos a los que benefició.

Pero con ser graves estos hechos, lo peor para el prestigio de la democracia ha sido la reacción de la cúpula del PP. Por un lado, se lanzó a una cacería contra los jueces, los fiscales, los policías y hasta los funcionarios de Hacienda que se atrevieron a investigar el caso, en una actitud propia de un partido antisistema. Y, por otro, pretendió blanquear su imagen aprobando con gran publicidad un Código de Buenas Prácticas que ha resultado ser una burla a los ciudadanos, ya que cinco meses después de su presunta puesta en marcha sigue siendo papel mojado. Las únicas prácticas del PP fueron definidas perfectamente por el propio Rajoy, cuando garantizó su apoyo a Camps “diga lo que diga la Justicia”.

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