Ante las intrigas, corrupciones, impedimentos, soledades, complots, divisiones, ambiciones de poder, y la impotencia para tomar decisiones, el Papa decidió renunciar al Pontificado dejando a la Iglesia en una encrucijada de la que no se sabe si hay salida
No hace muchos días el
mismísimo diario oficial de la
Iglesia , L´Osservatore
Romano, describía al Papa como "un pastor rodeado de
lobos". El casi seguro detonante de su "renuncia" (o dimisión
forzada) al Papado fue la publicación, hace casi un año (mayo de
2012), de "Su Santidad. Las cartas
secretas de Benedicto XVI", del periodista experto en asuntos
vaticanos Gianluigi Nuzzi. En este libro se destapaban unos 25 informes
vaticanos secretos que el mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, que los
venía fotocopiando desde el año 2006, habría facilitado al polémico y famoso periodista, aún no se sabe muy bien por qué.
Pero
se puede adivinar. Según cuenta el propio Nuzzi,
Gabriele le habría confesado que al papa Ratzinger "nadie le informaba de
lo que pasa en la Curia ";
que "el Santo Padre estaba cansado de lo que veía"; que "Su Santidad se sentía incapaz
de afrontar las intrigas vaticanas"; y que "ya no le quedaban
fuerzas para echar a los mercaderes del templo"...
Casi
un año después de estas confesiones, que el propio Nuzzi acaba de
revelar, Benedicto XVI se convierte en el séptimo Pontífice -o el
quinto, según otras fuentes- que "renuncia" al Papado, tras hacerlo
San Ponciano (año 235), San Silverio (537), Martin I (1044), Benedicto IX
(1045), Celestino V (1294) y Gregorio XII (1415). (Pío VII (1800) firmó su
"abdicación" en 1803, pero enseguida se arrepintió y derogó su renuncia,
gobernando la Iglesia
hasta 1823). La historia de estas dimisiones,
así como la historia de los papas, está plagada
de turbulencias, intrigas, nepotismos e incluso crímenes.
Sólo
entre los siglos IX y XI (del año 882 al 984) unos nueve papas desaparecieron
por la fuerza de la Silla de Pedro, envenenados unos, estrangulados o
acuchillados otros, y el resto obligados al destierro. Del siglo XIX
conocemos alguna de las tretas papales y napoleónicas para controlar el orden
civil y el religioso desde el inmenso poder de la Iglesia.
El Vaticano es una institución a la deriva de intrigas
palaciegas, luchas por el poder y corruptelas
A lo largo de las
próximas semanas, mientras llega el día de la renuncia efectiva del papa
Ratzinger (28 de febrero), y especialmente las semanas anteriores al Cónclave
del que saldrá el nombre del nuevo Papa (entre el 15 y el 20 de marzo),
podremos conocer y presenciar no pocos de los asuntos internos de un Vaticano
en plena encrucijada, de una institucióna
la deriva, en la que las intrigas palaciegas, casi medievales, las
luchas por el poder, las corruptelas en sus finanzas, la turbulenta vida sexual de algunos
de los altos dignatarios de la
Iglesia y
la división del Colegio Cardenalicio respecto al horizonte hacia donde debe
caminar la Iglesia ,
dejarán estupefactos a una buena mayoría de los fieles cristianos, ajenos a
estas turbulencias de aquellos que deciden día tras día su "camino de
salvación eterna". De otros escándalos -como la pederastia de una parte
del clero y los dineros sucios manejados por los banqueros de Dios- ya están los
cristianos (que conforman la séptima parte de la población mundial) bastante
enterados...
El
pasado jueves, el diario La Repubblica comenzó a publicar una serie de
artículos en los que habla del devastador informe que le procuraron al Papa
tres cardenales, Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi, encargados
por el propio Ratzinger de investigar la fuga de noticias conocida como
Vatileaks. En las 300 páginas del documento, según el diario, quedan
perfectamente plasmados todos los males de la Curia. "Todo
gira en torno al incumplimiento del sexto y el séptimo mandamientos",
asegura uno de los personajes citados en el texto. Es decir, en torno a
"no robarás" y "no cometerás actos impuros".
Citas sexuales de religiosos en
establecimientos de Roma
Sobre
esto último, el periódico habla de una red de intercambio de favores sexuales entre
seminaristas, laicos y prelados que
se citaban en los lugares más insospechados de Roma (una sauna, un centro de
estética, una residencia de estudiantes) poniendo en peligro de manera
definitiva la reputación de la Iglesia. Sobre el primero, el "no
robarás", los focos apuntan directamente al Instituto para las Obras de la Religión (IOR), conocido
como "Banca Vaticana".
Pronto
sabremos las causas o motivos reales (además de los que él mismo ya ha
desvelado) de la renuncia de Benedicto XVI. De momento contamos con datos muy
fiables que ilustran, a quien esté dispuesto a ello, sobre la encrucijada por
la que pasa la
Iglesia Católica Romana.
Un caballero de la Orden de Malta al frente de
las finanzas vaticanas
¿Por
qué dimitió no hace mucho tiempo Ettore Gotti Tedeschi de la
presidencia del IOR? ¿Por qué Benedicto XVI, que ya tenía decidida su renuncia,
tras comprobar que Tedeschi no logró la transparencia en las finanzas
vaticanas, nombra poco tiempo después para dirigir los dineros de la Iglesia a un abogado
alemán llamado Erns von Freyberg, un "caballero de la Orden de Malta" que se
dedica, entre otras cosas, al negocio
de la fabricación de buques de guerra?
¿Qué
ha podido suceder en el corazón de Joseph Ratzinger para que Bertone, que es el Decano del
Colegio Cardenalicio y será
quien lleve, como Camarlengo, las riendas del inmediato Cónclave, haya pasado a
ser, a juzgar por las declaraciones del mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, y
del periodista Nuzzi, de "hombre de confianza de Benedicto XVI" a
posibleintrigante y muñidor de complots contra el Papa entre los diversos despachos vaticanos?
¿Qué
informaciones tiene el alcalde de Milán, Giuliano Pisapia (un
"abogado ateo de izquierdas", según Nuzzi), para afirmar que "Benedicto XVI tiene
miedo"? Miedo, según el mayordomo Gabriele, "a la gestión de la Curia Vaticana , a
los intereses oscuros de los más altos cardenales, a los opositores a las
necesarias reformas en la
Iglesia , a este pequeño Estado en el que una locura -como la
matanza de varios guardias suizos en 1998, gobernando Juan Pablo II- puede
quedar impune".
El secretario de Estado, Bertone, urdía complots contra el
cardenal Viganó, número dos del gobierno del Vaticano
El Papa Ratzinger dejó
caer, al día siguiente de anunciar -en latín- su renuncia, que la Iglesia está "sumida en las
rivalidades". Y rezó por ella. Su secretario de Estado, Bertone, no
parece tener muy buenas relaciones con el cardenal arzobispo de Milán, simpatizante
de Comunión y Liberación y uno de los papables, Angelo
Scola, al que hizo cardenal Benedicto XVI. Tampoco parece simpatizar con
el número dos del gobierno vaticano, cardenal Carlo María Viganó, que habla
mucho con el Papa, al que ha informado sobre posibles casos de corrupción,
gastos injustificados e inflados, y cuentas "poco claras", según el
periodista Gianluigi Nuzzi, quien revela que Bertone urdió complots contra este
cardenal; que Viganó informaba al Papa a este respecto; y que el Papa, hundido
por la pena, se iba acto seguido a rezar a su capilla privada...
La soledad papal debe
ser tan profunda que uno se explica ahora mejor la confesión que hizo a Nuzzi
el cardenal Velasio de Paolis, nombrado por Ratzinger delegado pontificio
para investigar a los Legionarios
de Cristo tras el escándalo mundial de su fundador, Marcial Maciel:
"Se me hace impensable que el Papa mande al cardenal Bertone a su
casa".
Vistas, en fin, estas
intrigas, corrupciones, impedimentos, soledades, complots, divisiones,
ambiciones de poder, y la impotencia para tomar decisiones, en su -es, al
menos, imaginable- espantosa soledad, el Papa Benedicto XVI decide renunciar al
Pontificado. Él debe saber perfectamente lo que ha hecho. Él, que no es un
populista como su antecesor Juan Pablo II, que no es un hombre de pueblo
como Juan XXIII, que no es un decidido reformador social y abierto al
diálogo con las otras grandes religiones, como Pablo VI, se ha topado a lo
largo de casi ocho años con los
entresijos del Vaticano... ¡Pero no ha podido con ellos!
Un Vaticano tenebroso,
oscuro, y sospechosamente corrupto, que está llevando a la Iglesia a una encrucijada,
no se sabe aún muy bien si sin salida. El tiempo y el nuevo Papa lo dirán.
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