El cierre del Canal Nou ha sido, en efecto, un golpe de Estado
contra la libertad de expresión, como sostienen, y con razón evidente,
algunos amigos y colegas. El presidente del Partido Popular valenciano, Alberto
Fabra, es el primer dirigente político que ha amordazado -en la España democrática- una
televisión autonómica, no privada, sino pública. Sólo por esto,
Alberto Fabra debería haber dimitido, aunque es bien sabido que
“dimisión” y “PP” son dos vocablos opuestos entre sí totalmente.
Aquel derroche o
despilfarro
El tal Fabra, no condenó en
ningún momento el derroche o despilfarro multimillonario de Carlos Fabra para
que Castellón tuviera un aeropuerto finalmente fantasmagórico y sin aviones. El
presidente valenciano ha aprovechado, sin embargo, la pésima gestión de
Canal Nou -con él a la cabeza, por cierto- para hacer una brutal escabechina a
los trabajadores, en todos los niveles, de Canal Nou, acogiéndose a la crisis y
al desastre económico acumulado.
Manipulación y censura
Pero el problema no es sólo
de carácter económico. Es también, y mucho, un gravísimo problema político. Los
máximos responsables del saqueo y cierre de la televisión pública valenciana la
dejaron ir cayendo desde que los distintos jefes de la derecha
valenciana convirtieran a Canal Nou, a partir de 1995, en el NO-DO de
los populares. Sus informativos olían casi siempre a manipulación y
censura, al servicio de los presidentes autonómicos de turno. Estamos ante un
asalto ultramontano, muy propio de la derechona, que dinamita la libertad de
expresión y la de información.
Sin escrúpulos
El PP es reacio a las
libertades y más aún a la de Prensa, Radio, Televisión e Internet.
Mariano Rajoy, desde luego, no tiene escrúpulos a la hora de cercenar la
libertad de expresión. Hemos visto y publicado en el PLURAL.COM que el jefe del
Ejecutivo ha pasado por alto la salvajada de liquidar Canal Nou, mientras
protege a determinados medios cavernarios o amarillistas.
El diario Madrid
Recordemos que en el tardo
franquismo fue destruido literalmente el diario Madrid del que tuve
el honor de haber sido corresponsal en Barcelona. Era ese diario vespertino,
abierto a los demócratas, a los progresistas y a los liberales de verdad. Uno
de los más pringados en el proceso de cargarse al Madrid fue Fraga Iribarne, ministro a la sazón de Información de Franco y padre de AP. Ahora, el censor se llama Alberto Fabra y el inquisidor mayor del
Reino, Rajoy Brey.
Enric Sopena es director de
ELPLURAL.COM
En Twitter es @enricsopena
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